Nibali, Contador, Quintana, Dumoulin… El historial reciente de
vencedores del Giro d’Italia está plagado de grandes ciclistas, capaces de
haber marcado una época o de marcarla en un futuro, y solo la edición de 2012,
con la victoria del “One-hit wonder”
Hesjedal es capaz de bajar el listón. En ese sentido, y en otros muchísimos
otros, la ronda italiana se diferencia completamente de la Gran Vuelta patria,
donde el palmarés cuenta con ciclistas de la categoría de Horner o “El
Bisonte”. De hecho, esta, a parte de convertirse vegano antes de que se hiciera
mainstream es una de las grandes
contribuciones de Alberto Contador a la historia: evitar que estrellas de la
talla de Levi Leipheimer o Joaquim Rodríguez mancharan aún más el palmarés de
la Vuelta, bastante marchito de por sí por el hecho de que Heras sea el
plusmarquista de la prueba.
Quizá este sea uno de los motivos que llevara a la organización italiana
a soltar la morterada para que el terriblemente enfermo Chris Froome asistiera
a la prueba. Más aún cuando los términos de la negociación se pactaron cuando
todos pensábamos que Dumoulin asistiría al Tour de Francia. Pero Tom es un
ciclista distinto, de esos que honran al deporte con su presencia, y su
asistencia al Giro se debe, en gran parte por querer pelear en igualdad de
condiciones con el británico.
Froome, antaño, acudía al Giro con otras pretensiones.
3 son los equipos que esta temporada han logrado una “mejora colectiva
del rendimiento”: Quick Step, Bahrein y el Astana. Las tres escuadras se
presentan a la carrera con objetivos e intereses dispares, pero dispuestos a
demostrar que han dado con la tecla. O con el TUE. Sus hits son variopintos, encarnados principalmente en los datos: como
por ejemplo este,
este o el no numérico hecho de que el Bahrein haya conseguido que Gorka Izagirre sea
un ciclista competitivo en generales desde enero.
En primer lugar, Quick Step llega con el principal objetivo de convertir
a Elia Viviani, un tipo que en 4 participaciones en la carrera de su tierra ha
logrado tan solo 1 victoria, en un sprinter capaz de llevarse 3 o 4 etapas para
casa. Tampoco es que tenga muchos rivales en ese sentido, siendo Modolo,
Bonifazio o la mala broma de Sam Bennett los sprinters más potentes en liza, a
priori. De hecho, el mayor impedimento para él, probablemente sea la nueva
preferencia del Giro en los malditos finales en cuesta. A parte de Elia, Quick
Step se presenta con un buen tren (sobre todo la bestia parda que es Stybar
para esos menesteres) y la probable búsqueda de seguir rompiendo estadísticas a
base de fugas.
Bahrein se presenta con Domenico Pozzovivo como mejor baza, un ciclista
con prácticamente más años que centímetros, que llega con su típica
aproximación de buen puesto en Trentino y excelente lugar en Lieja (5º este
año). El puesto del ciclista italiano concretará la mejora deportiva del
Bahrein, un equipo al que, en la práctica y excepto la San Remo, le han faltado
victorias y ha asustado más en lo visto durante las carreras.
Mucho que comentar del Astana, un equipo que presenta su alineación para el Giro con sus ciclistas sprintando como posesos (incluyendo Zeits), y que ha conseguido que todos y cada uno de sus ciclistas
den un salto de calidad importante. Su baza es Miguel Ángel López, que ya
sorprendió con unas cuantas marcianadas en la Vuelta 2017 y que a título
personal me parece con la capacidad suficiente para mantener el pulso a Froome
y Dumoulin. Viene acompañado de un pedazo de equipo para montaña (Hirt, Bilbao
o Kangert) y los multiusos Lutsenko y Luis León. Especialmente relevante el
caso del murciano, que lleva dos victorias (una regalada) y otros tantos
segundos puestos por tonto (aunque sea redundante con lo anterior).
De todos modos, el duelo que se presenta es otro. Es el duelo entre las
establecidas y aparentemente sólidas bases del ciclismo, contra un nuevo
horizonte, al parecer más abierto, carismático, valiente y alegre; pero que por
supuesto mantiene las técnicas de aquel del que aprendió. Chris Froome es, a
todas luces, uno de los mayores estandartes de ese ciclismo que se desmorona
ante nuestros ojos, hijo del dominio británico en la UCI y del laboratorio del
Sky, ganador de 4 Tours sin que en ninguno de ellos hubiera alguien capaz de
poner en duda su reinado. Partirá inmerso en un escándalo de dopaje que ha
hecho estallar y hacer presente la mafia de los TUE, y sin ningún resultado
relevante hasta el momento (igual que el año pasado en el que consiguió el
doblete Tour-Vuelta), y aunque su entorno trata de hacer que parezca aislado de
toda polémica, con cortos peliculeros incluidos, la realidad es que está bastante nervioso por su más que posible caída del pedestal. Llega con un equipazo de garantías, apto para dominar toda la montaña del Giro,
con De la Cruz, Poels, Henao, Elissonde y la locomotora bielorrusa, Kyrienka.
El que representará el futuro, hoy, será Tom Dumoulin. Especialmente significativas sus declaraciones al diario deportivo “Marca”. Curioso, por encima de todo, que diga que “no mira demasiado a los rivales”, refiriéndose
especialmente a Froome, cuando le nombra durante el 70% de la entrevista.
También resulta llamativo que, preguntado por el pobre rendimiento de su
equipo, diga que está seguro de que volverán a rendir como lo hicieron el año
pasado, cuando ganaron el Giro, 4 etapas+maillot verde del Tour e hicieron 4º
en la Vuelta. Si lo dice él por algo lo dirá. Acude con, para que nos vamos a
engañar, un equipucho. Pero será difícil deshacerse de él, sobre todo si el Sky
controla la carrera por él.
Entre los outsiders o
“ciclistas que el Giro no puede permitir que ganen por no hacer decaer el prestigio de la prueba y, por ello, se
gastan 2 millones en contratar a un dopado” se encuentran el buen ciclista
Thibaut Pinot, Fabio Aru en un UAE que se está arrastrando pero que ha fichado
a Matxin y ya sabemos como se las gastan los equipos del amigo en Italia o el
Mitchelton, con Simon Yates y el perdedor del Giro 2016, Esteban Chaves.
En definitiva, un Giro que se muestra mucho más interesante de lo que
parece sobre el papel por los múltiples frentes abiertos que nos presenta y por
el hecho de que es la primera, y probablemente, única batalla entre Dumoulin y
Froome. Entre el ciclismo que se derrumba y el que se está construyendo. Si a
esto le sumamos que esta temporada está siendo, hasta el momento, una de las
mejores que recuerdo, yo creo que el hype
está más que justificado. Así que siéntense, disfruten y no se sulfuren
mucho con lo que puedan ver y no creer.
Buen post. A mí en el asunto Froome siempre me faltará alguna imagen agarrado a la moto subiendo el Mortirolo que llevó a su mítica expulsión en 2010. Ahora esa misma organización le paga 2 millones por aparecer con su circo de Ventolin y fallos renales. Maravilloso.
ResponderEliminarLa coherencia en el mundo del ciclismo se echa bastante de menos.
EliminarPinot viene de ganar en el Tour de los Alpes (Antiguo Trentino), asi que personalmente lo veo más en el grupo de Froome y Dumoulin que en el de (enCER)Aru. Me ha gustado el resumen, podrías poner alguna encuestilla random, como por ejemplo cuantas etapas de llevarán Plaza y su Mosad. Un saludo xD.
ResponderEliminarEl año pasado se marcó un pedazo de Giro, es cierto. Sin duda es, a priori, el 4º en liza en cuanto a favoritismo. Pero para mi gusto le falta algo que le impide ser campeón.
EliminarEn cuanto a las encuestas mañana me pondré, la que está puesta era más o menos para ver como funcionaba el tema, pero hay que añadirle bilis e ironia.
Saludos!